
Como no podía ser de otra manera, conocí a Miguel en Albarracín, en el seminario de fotografía que organizan cada año Gervasio Sanchez y Sandra Ballsells. En ese año, Miguel fue becado, por un trabajo muy gallego: Nordés, que como todo su trabajo, se centra en el ser humano, porque aunque nos esté hablando de un territorio, o de cualquier otro tema, siempre nos hablará de su relación con las personas, que es lo que realmente le interesa. Su fotografía es pues, muy humanista, y muy cercana. Son temas sencillos, de los que estan a un metro…o dos como mucho. Quizás por todo esto me indentifico tanto con su trabajo, o porque es gallego como yo, quien sabe.
El origen
Me encontré con la fotografía de dos maneras, una porque mi padre tenía un pequeño laboratorio de blanco y negro donde vi por primera vez y por arte de magia salir la imagen cuando el papel entraba en contacto con el revelador.
La segunda manera obedeció a un intento desesperado por no hacer la mili, convencí a mis padres de mi vocación por ser artista, aunque la verdad sea dicha me matricularon en artes aplicadas básicamente porque era gratis. Allí tuve la asignatura de fotografía con un profesor, Ramón Raíces, que vivía la fotografía de una forma vital. Ramón me contagió su pasión, empezé a ver mi mundo a través de un rectángulo. Cuando acababa las clases saliamos de bares hablando de fotografía mientras observaba a otros estudiantes que no hablaban de la carrera que estudiaban y me sentía afortunado de estudiar algo que me apasionaba. De alguna manera encontré en la fotografía una forma de estar en el mundo.

Hace muchos años acudí por primera vez a los seminarios de fotografía de Albarracín, hubo un antes y un después, mostrar tu trabajo, compartir con otros compañeros, bajar de la nube en que estabas, ver la fotografía como un ente donde poder aprender y crecer…
Siempre llevo la cámara conmigo. Si por alguna razón no puedo llevarla me falta algo…Esto último tengo que mirármelo 🙂
¿Qué es para tí la fotografía?

Todos tenemos un personaje en el que nos representamos de alguna manera, el mío es ser fotógrafo. Para mi lo más importante es desde donde fotografío, disfruto haciendo buenas fotos pero disfruto más si desde donde las hago (la razón última y sincera porque las hago) me llena. De alguna manera la fotografía me sirve de referencia para saber si estoy en el buen camino también en otros aspectos de mi vida.
La pandemia marcó una diferencia importante en mi forma de fotografiar, antes de ella las previsiones diarias del medio en el que colaboro marcaban mi calendario laboral diario. Sin embargo en la pandemia no había previsiones, así que salía todos los días a buscar temas, empecé no solo a buscarlos sino a desarrollarlos más allá de lo que exige una publicación diaria. Creo que ahí hubo un paso importante del fotoperiodista al fotodocumentalista.
¿Qué tipo de fotos haces?

Hago fotos con personas. Para mi que salgan personas es importante, los paisajes sin personas están desnudos, y aunque a veces me basta y me gusta así, casí siempre relaciono el paisaje con sus habitantes. Me gusta fotografiar la memoria, el paso del tiempo, como una manera de parar el tiempo, de hacer esa foto definitiva. Hay fotos que despiertan un mundo ante mi, y de ahí a veces nacen proyectos. Otras veces me enamoro de alguna foto en concreto y la sostengo en el tiempo y en el proyecto hasta que escucho voces más sabias y desapegadas de mi trabajo que me dicen que la quite. Eso duele, pero se crece en ese dolor de renunciar por el conjunto de una idea o emoción.

En una ocasión entré en los baños de una estación de servicio de la autovia que une Coruña con Lugo. Al entrar me encontré con un hombre muy corpulento y peludo sin la parte de arriba y con la cabeza totalmente pelada cubierta de espuma de afeitar, era una buena y representativa imagen del momento que estabamos viviendo, un camionero polaco obligado a afeitarse allì al no haber nada abierto debido a las restricciones por la Covid. Mientras hacía mis necesidades en uno de los urinarios que no estaban clausurados y justo de espaldas a él me debati entre hacer la foto o no, aunque tenía cara de pocos amigos fué más fuerte la idea de que si no la hacía me estaría arrepintiendo durante mucho tiempo, así que le pregunté y me respondió en ingles con la consabida cara de pocos amigos que fuera rápido, corrí al coche por la cámara y cuando llegué de nuevo junto a él ya se había afeitado la mitad del rostro, aún así la imagen seguía siendo muy buena. Lo fotografié y me fuí satisfecho. Creo que estas pequeños actos de ir hacia delante, de obligarte a ir más allá es parte del proceso enriquecedor de la fotografía para mi.
¿Tus referentes?

Busco mis referentes en la cercanía. Aunque valoro mucho el trabajo de Cristina García Rodero, de Rober Doisneau, Bresson, etc, es en el contacto con el autor y ver como respira, lo que me nutre. Como dije antes busco el desde donde se fotografía. En este caso mi antiguo profesor Ramón Raíces fué mi gran referente. Era profundamente vital hasta la obsesión respecto a la fotografía. Mi amigo y gran fotografo Roberto Yustes tambíén es un referente para mi, ver como vive la fotografía desde la humildad y el aprendizaje constante es impagable. A Judith Pratt la conocí el año pasado en Gijón, me gustó también su forma de vivir la fotografía, como mostraba su trabajo a los que la escuchábamos, una fotógrafa comprometida y generosa. Con Cristina García Rodero tuve la oportunidad de presenciar un taller suyo en Santander y me sorprendió la gran humanidad que hay detrás de sus grandes fotografías.
Tus objetivos

Mi objetivo con la fotografia es seguir sorprendiéndome con la vida, como cuando me encuentro en una carretera comarcal escoltado por cuatro pastores alemanes a un anciano, Ricardo, camino del cementerio de Outeiro de Rei con un ramo de flores por el cabo de año de un amigo. O ver a una pareja de ancianos entrando en un mar de niebla en el verano de la pandemia. Parte de mi vida la he vivido a través de la de los demás, desde la experiencia de fotografiarlos y conocerlos.
El último trazo de tiza
Y la escuela quedó en silencio, las voces y las risas infantiles de niñas y niños un día se fueron. Montaron en un autobús camino de la ciudad. La chimenea de la casa escuela no humeaba y los aromas de la leña quedaron en las cocinas de las casas.
Las pequeñas y los pequeños se acostumbraron a marchar cada día de la aldea en un transporte escolar, en una suerte de sortilegio extraño de lo que les depararía el futuro. El barullo se fue y el silencio comenzó a extenderse en la aldea.
La escuela se convirtió en un arca del tiempo, que guardaba en el silencio los recuerdos y la memoria de una sociedad viva y activa, una cultura campesina propia y orgullosa que sin darse cuenta se desmoronaba en el vértigo del futuro.
La escuela activaba todo un universo de recuerdos en las miradas que pasaban por la calle, por su puerta y que con la curiosidad infantil fisgaban sus restos por las ventanas con ojos adultos, y con una memoria mayor. Había pasado el tiempo. Tan lejos y tan cerca quedaban aquel latón con brasas para calentarse en el invierno, el queso y la leche en polvo americanos, o la voz del padre que reclamaba a Lola al maestro para que fuera a pastar las vacas.
La aldea también estaba quedando en silencio, y los niños y las niñas que subieron en aquellos transportes vivían la mayoría fuera.
Recoger en imágenes estas arcas del tiempo es una propuesta de reflexión sobre decisiones que llevaron al silencio a las escuelas y a una forma de vida inherentemente conectada a la tierra.
Las imágenes son propositivas y reflexivas a un tiempo, desde una postura crítica, aquel último trazo de tiza quedó como un hito hacia un camino que llevó al vacío del medio rural. ¿Fué un camino correcto? La magia de las miradas llenas de recuerdos y melancolía, la evidencia del despoblamiento rural hoy propone una serie de cuestiones para nuestra reflexión como sociedad. Preguntas que se lanzan en cada imagen interpelándonos con cariño, y serenidad desde los ojos de aquella infancia que marchó un día de la aldea en el transporte escolar (texto Carlos Calvente)










Bio
Fotógrafo documental. Miembro del colectivo Imaxe Covid.
«Exploro a través de la fotografía espacios, sensaciones, memoria…»
Méritos profesionales:
Premios Luis Ksado, mención honorífica 2024 » Nordés»
OnPhoto Soria, concurso de portfolios 2024, tercer premio a » Los cuidados»
Seminario de fotografía y periodismo de Albarracín, Beca 2023, «Nordés»
Ganador de Galicia en foco 2023, » Prestige, 20 años después» y en el 2003; «La rapa»
Certámen fotográfico Manuel Eirís 2023, 2º premio.
Concurso fotográfico, Pedra Sacra-Cristina Snellman 2018, 2º premio
Y finalista en diferentes concursos y publicaciones.
Exposiciones:
–En 2024 participa junto con fotografías de Nicolas Muller, Anna Turbau y Cristina García Rodero entre otros en la exposición La vía de la plata, aires del sur, comisariada por Lucía Laín y expuesta en la sala Marcos Valcarcel de Ourense.
-En 2022 participa en el museo de la Ciudad de la Cultura de Santiago en la exposicíon, “Camino portugués , memorias de mar y piedra”. la exposición incluye trabajos de artistas contemporáneos que siguen tejiendo ese relato con imágenes de las dos orillas del Miño, como las de Antón Buciños, Blas González, Carla Andrade, Carmenchu Alemán, Eva Díez, Fernando Rey Daluz, Iñaki Matilla, Luis Borges, Juan Manuel Castro Prieto, Keila Pousa, Luis Vioque, Miguel Muñiz, Modesto Martínez, Nicolás Combarro, Roberto de la Torre, Tono Arias, Vari Caramés y Verónica Vicente.
-Participa en la memoria de la pandemia con la plataforma Archivo Covid
-Exposición itinerante “Galicia en vilo “ en el 2021 sobre las consecuencias de la pandemia por las principales ciudades gallegas y organizada por la fundación Abanca.
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Contacto: fmiguelmuniz@gmail.com Tlf: 622478031
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